jueves, 25 de septiembre de 2008

Redacción: Las vacaciones (5ª parte)

Previously on Las vacaciones: Como Bruselas es más bien pequeña y en un par de días lo tienes todo prácticamente visto, nos decidimos a coger un tren e irnos hasta Brujas, que mi amiga Sfer me dijo que era como encontrarte en un cuento medieval y tenía toda la razón. Lo primero que me llamó la atención es que la gran cantidad de turismo que recibe no afecta para nada a la autenticidad de la ciudad.

Si por algo tenía ganas de visitar Bruselas era por su tradición ligada al cómic (la bande dessinée) y como no podía ser de otra forma nos pasamos una mañana en el Centre Belge de la Bande Dessinée (alojado en un maravilloso edificio Art Nouveau) donde pudimos repasar en una exposición didáctica el proceso creativo y de creación de un tebeo, toda la historia del cómic belga y en concreto del gran maestro Hergé. También pudimos ver una exposición dedicada al 50 aniversario de Los Pitufos. Y mejor no os cuento lo maravillosa que era la biblioteca -¡Ay Cesc y Antoine, cómo disfrutariamos los tres de un viaje comiquero!-.

Otro atractivo para los amantes del cómic son las diferentes rutas por la ciudad que se pueden realizar, como la de Tintín o la de los frescos que decoran fachadas y muros exteriores, cual trampantojo, con dibujos de diferentes héroes de la BD belga. Por cierto, en 2009 Bruselas celebra un año especial alrededor del cómic, aquí podéis consultar todo el programa. Quizá estaría bien organizar otro viajecillo para allí.

Quizá el símbolo por excelencia de Bruselas sea el Manneken-Pis, pero a mí la verdad es que no me dice nada. No es feo, pero tampoco tiene nada especial, bueno sí, un enjambre de turistas a su alrededor que no hay quien lo vea, y como tampoco es muy grande... pues se hace difícil. En cambio me gustó mucho más una bromita con un poco de recochineo hacia el niño que orina, el Zinneke-Pis, o sea, el perro que orina.

También comimos lo más típico de Bruselas: mejillones, gofres, bombones... aquí lo explico con detalle.

El Atomium es la herencia de la Exposición Universal organizada en Bruselas en 1958. Quería ser un símbolo de la revolución atómica y representa un átomo aumentado 158 billones de veces. Una entrada por el "módico" precio de 9€ te permite hacer una cola de unos 45 minutos para subir a la esfera más alta, otear la ciudad y sobretodo la gran Mini Europa (que está al lado, en plan Catalunya en miniatura), y volver a hacer otra cola para bajar. Me desilusionó bastante, elAbogado lo bautizó como Timomium, pero bueno, es de esas visitas que hay que hacer. Verlo desde fuera sí que está bien.

Y para qué vamos a seguir disimulando y dando excusas, todos sabéis que soy una frikitecaria de cuidado, por eso estoy tan sonriente en esta foto ante una de las entradas de la Bibliothèque Royale de Belgique, la biblioteca nacional belga. En principio mi intención era pasar por delante inspeccionar la entrada y el hall, y ya está. Me escarmentó la ocasión en que intenté hacerlo en la Biblioteca de Catalunya y las biblio bulldozers de la entrada por poco me comen..., pero elAbogado me arrastró hasta adentro y menos mal que lo hizo porque vale mucho la pena. Incluso pudimos visitar una exposición espectacular de incunables en una sala abovedada preciosa, nos regalaron el catálogo y todo. Al salir elAbogado no pudo evitar cometer uno de sus famosos biblio-atentados, aunque se supone que ésta vez no fue para provocar sino por amor: me robó un lápiz de la biblio.

Y nuestro último recorrido por Bruselas (o eso nos creíamos...) lo dedicamos a otra de nuestras pasiones: la arquitectura. Bomba nos lo pasamos paseando y buscando todos los edificios art nouveau. Son espectaculares los de Victor Horta y los de Paul Hankar (en la foto, una ventana de la casa Ciamberlani), todos con sus balcones con hierro forjado y los motivos de la naturaleza por todas partes: ventanas, fachadas, tejados, puertas...

A la vuelta de la balade de l'art nouveau, nuestro anfitrión Adi nos avisó que el personal de tierra del aeropuerto de Bruselas se había declarado en huelga, pero que parecía que el tema se iba a arreglar pronto. Descansamos, hicimos las maletas, dejamos ciegos a los gatos de tantas fotos como les hicimos, cenamos y si hubiésemos sabido habríamos rezado. A la mañana siguiente, mientras untábamos la mermelada en la tostada, Adi nos informaba que la situación no había cambiado, pero que estaban desviando los vuelos a otros aeropuertos belgas. Temerosos, nos despedimos y nos encaminamos hacia el aeropuerto.

Y así fue, en el mostrador de Vueling nos dijeron que la huelga del personal de tierra hacía imposible despegar de Bruselas y que nos trasladaban a Liège. Mientras caía una lluvia torrencial, recorrimos el perímetro del aeropuerto hasta unos autobuses que nos trasladarían en nuestro viaje de hora y media hasta el nuevo punto de despegue. Al llegar allí el alma se nos cayó a los pies: el aeropuerto era pequeñísimo, lo que veis en la foto no más, y estaba a reventar de personas, no se podía ni caminar y nuestro vuelo llevaba un mínimo de 4 horas de retraso. Eran las 10 de la mañana. Nueve horas después nos enteramos que están facturando nuestro vuelo (ni siquiera lo anunciaron por megafonía), subimos a la sala de embarque y una hora después, cuando el ambiente estaba muy, pero que muy caldeado, vemos como los aviones de Vueling (el del vuelo a Barcelona y dos más, uno hacia Sevilla y el otro a Valencia) despegan vacíos.

Conseguimos recuperar las maletas y catalanes, andaluces y valencianos tuvimos que bajar otra vez al hall del mini aeropuerto de Liège y allí fue cuando los belgas no se olvidarán nunca de cómo solucionamos este tipo de cosas los españoles: a gritos, insultos y amenazas. A voces el grupo de andaluces amenazaba al jefe del aeropuerto con este tipo de afirmaciones: "Tú de aquí no te vas, de aquí no te vas" (cuando el tío pretendía irse viendo el percal que se formaba) o "Si no solucionas esto, te vamos a dejar el aeropuerto azí de limpito" (el enunciante en cuestión juró con la mano en la boca al pronunciar el "azí de limpito"). En este momento yo estaba muerta de la risa y me uní a los gritos de "O todos o ninguno". Finalmente llegó la policía y los medios de comunicación (tú dirás) y elAbogado y yo decidimos que nos volvíamos al aeropuerto de Bruselas, que era lo que nos proponían.

A las 20.30h llegamos al aeropuerto de Bruselas y después de hacer otra cola, la chica de la empresa de handling de Vueling nos ofrecía quedarnos en el aeropuerto hasta que la huelga acabara, intentar coger un vuelo dos días después (que no era seguro que pudiéramos obtener plaza) o salir al día siguiente a las 9 de la mañana desde Amsterdam con destino Barcelona. Escogimos esta última opción que suponía pasar la noche en el Sheraton del aeropuerto (noche y dietas pagadas) y a las 5 de la mañana coger un taxi con destino Amsterdam. Pues eso hicimos. A Vueling le costó 420€ el taxi Bruselas-Amsterdam... Y lo que les va a costar, ya que elAbogado ya está trabajando en la demanda que les vamos a poner...

Hasta que no estuvimos dentro del avión que veis en la foto y despegó no pensamos que podríamos llegar a casa.


Con 26 horas de retraso aterrizamos en Barcelona y la madre de elAbogado se curró un genial recibimiento: trajo en una neverita de playa una botellita de medio de coca-cola y un potecito con zumo de limón. Lo distribuyó en dos vasos y brindamos por haber llegado al final de Las vacaciones.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Redacción: Las vacaciones (4ª parte)

Previously on Las vacaciones: Y después de catacumbas y pasajes, por fin me pude ir de paseo gastronómico a comprar chocolate y a tomar un te a la Amélie, para luego dirigirnos en TGV a la capital europera, Bruselas.

El viaje en tren desde París hasta Bruselas fue muy agradable. Al viajar en TGV los asientos eran amplios y el trayecto estuvo exento de traqueteos y ruidos molestos, pero toda la paz que acumulamos durante el viaje ferroviario se vio interrumpida bruscamente por el típico problema guiri que no habíamos tenido nunca: ¿cómo c-ño llegamos al hotel?

En el Servicio de Información de la estación una tipa con cara de estreñida nos miró cómo si fuéramos marcianos preguntándole la receta de unas buenas migas castellanas. Conseguimos llegar a la zona donde más o menos se encontraba el Bed&Breakfast y después de constatar que los lugareños no sabían situar su calle, aun estando a dos segundos de donde estábamos, nos metimos en un cyber para consultar Google Maps.


Llegamos, dejamos las bolsas y a caminar se ha dicho. Como el B&B se encontraba relativamente cerca del centro nos fuimos paseando para tomar un primer contacto con la ciudad, pero no contábamos con que el mes de agosto es el mes más lluvioso del año en Bruselas. Ya nos dijo nuestro anfitrión que allí la lluvia no era cualquier cosa, era dura y horizontal. Las tormentas no se prolongaban durante muchos minutos, pero son constantes y aunque lleves paraguas te mojas seguro. Lo único que te salva es un canguro.

Después de comernos unas frites en Chez Antoine, despejó y pudimos seguir paseando. Llegamos hasta la zona donde se concentran los edificios oficiales europeos: el Parlamento, la Comisión Europea... Es una zona un poco extraña porque los edificios parecen salidos como setas en medio de un barrio no empobrecido, pero sí bastante dejado y sucio. Al ir pasando los días comprobaríamos que es bastante generalizado y nos chocó bastante porque esperábamos encontrarnos un escenario más a la suiza, pero no, ni siendo capital de los funcionarios europeos.

Tanto pasear, tanto pasear... se nos hizo de noche... pues no, no se nos hizo de noche. Eran las 8 de la tarde y reinaba un gran sol, pero llegamos justo para coger el último metro-bus diurno porque a las 8 empieza el horario nocturno de transporte público.

Como Bruselas es más bien pequeña y en un par de días lo tienes todo prácticamente visto, nos decidimos a coger un tren e irnos hasta Brujas, que mi amiga Sfer me dijo que era como encontrarte en un cuento medieval y tenía toda la razón. Lo primero que me llamó la atención es que la gran cantidad de turismo que recibe no afecta para nada a la autenticidad de la ciudad.

Aun estando completamente invadida por nosotros, los guiris, había rincones solitarios, preciosos, para pasear tranquilamente, cruzando todos los puentes, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Particularmente me quedé encantada, enamorada, extasiada con las casitas a la orilla de los canales, tapizadas de hiedra. Me mataba la envidida al ver a la gente en sus terracitas llenas de plantas y al lado del canal... Nos gustaron tanto las casitas que nos pasamos por los escaparates de algunas inmobiliarias y no eran nada caras...

Próximamente la quinta y última entrega de Las vacaciones...

martes, 16 de septiembre de 2008

Redacción: Las vacaciones (3ª parte)

Previously on Las vacaciones en París: Una vez superada la visita a las catacumbas, ansiada hasta la extenuación por elAbogado, nos pudimos dedicar a pasear por los pasajes cubiertos, otra de las visitas fetiche del susodicho... Y aunque ya habíamos visto algunos le gustaron tanto que hasta aprendió a buscar por la red y enterarse de que hay muchísimos por la ciudad.

Y con una lista que parecía interminable nos volvimos a patear la capital francesa en busca de estos pasajes cubiertos, antepasados de los actuales centros comerciales. (Barceloneses de pro, ¿os acordáis de las ya extintas galerías Avenida o de las supervivientes Maldá?).

Los primeros pasajes los descubrimos en nuestro viaje iniciático por París. Fueron los pasajes del barrio de Montmatre, que empiezan al lado del Folies Bergere y que te llevan hasta el Boulevard de Montmatre. Son tres pasajes, uno detrás de otro: el Passage Jouffroy, el Verdeau y el Panoramas.

Propios de la Rive Droite, los pasajes cubiertos nacen de la necesidad de las buenas señoras de pasearse y admirar escaparates de tiendas de artesanos, anticuarios y exclusivas, pero alejadas de aglomeraciones y protegidas de las inclemencias climáticas.

La mayoría son de estilo rococó, muy rimbobantes en sus mármoles y molduras, y conservan el encanto de los comercios antiguos. Son preciosos los salones de te con sus escaparates llenos a rebosar de pecaditos dulces y múltiples chocolates. Y su son de pecado la viennoisserie, las librerías antiguas... pues ya os lo podéis imaginar.

Encima de los locales, hay espacio para las viviendas y son muchas las ventanas que se engalanan con flores. Me sorprendió ver las entradas a las casas justo al lado de los comercios, abiertas, con las bicis y los carritos de bebés sin atar. Será que allí son más civilizados.

Después de los passages couverts de Montmatre, mi pasaje favorito es la Galerie Vivienne con los suelos de mosaico, la vidriera soleada, los carteles de los comercios, la librería Jousseaume y el salón de te A priori thé. Al lado está la galería Colbert, que ha pasado ha ser un espacio para exponer esculturas, que también vale mucho la pena visitar.

Un poco más abajo, justo al lado de los jardines del Palais Royal está el pasaje Perron donde hay una tienda de cajas de música espectacular. El pasaje antaño era muy frecuentado por las cortesanas que se dirigían a los jardines y al palacio donde se ve que se organizaban unas orgías de cuidado.

Y después de catacumbas y pasajes, por fin me pude ir de paseo gastronómico a comprar chocolate y a tomar un te a la Amélie, para luego dirigirnos en TGV a la capital europera, Bruselas.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Redacción: Las vacaciones (2ª parte)

Previously on Las vacaciones en París: Así que nos fuimos otra vez a París. No sé cuántas veces he visitado la ciudad de la luz en los últimos dos años, pero no me canso de hacerlo. Siempre encuentro cosas nuevas para ver. Siempre. Y este viaje no ha sido distinto, aunque no ha sido tan variado como los anteriores, ya que elAbogado lo ha enfocado sobre dos temas que le interesaban especialmente: la muerte y los pasajes cubiertos.

Aunque París sea la ciudad de la luz, del amor y demás, la muerte está muy presente y caminando por sus calles te puedes topar con un cementerio, multitud de iglesias con tumbas alojadas entre sus sagradas paredes y si caminas bajo tierra ya es el no va más. Y bajo tierra nos fuimos el primer día a visitar las catacumbas. En la Plaza Denfert-Rocherau está el acceso, en lo que parecía ser una antigua parroquia. En la entrada, antes de llegar a la taquilla, un cartel avisa a los visitantes con dudas que la excursión no se recomienda a personas sensibles y/o con problemas respiratorios o cardíacos. Al lado del cartel, un desfibrilador cardíaco por si alguien que se ha creído muy hombre resulta no serlo tanto.

elAbogado parecía aún más tenebroso...

Estas galerías mineras de roca caliza de época romana evolucionaron hacia cementerio subterráneo cuando la ciudad vio saturados los cementerios que se encontraban en la mayoría de iglesias, y no es que haya pocas en París... También fue un factor desencadenante fueron las numerosas infecciones que sufrían los ciudadanos del distrito de Les Halles por el incorrecto manejo de los cadáveres de un cementerio cercano al mercado.

Así que, de noche y en carruajes para no traumatizar a los parisinos, se fueron trasladando los cadáveres inhumados hacia las minas que han vivido grandes momentos en la historia de París: numerosos nobles fueron enterrados aquí después de pasar por la guillotina durante la Revolución Francesa y en un giro del destino el propio Robespierre también acabó en las catacumbas; durante la Segunda Guerra Mundial la resistencia usó los túneles para esconderse y una vez la ciudad fue sometida los propios alemanes construyeron un búnker aprovechando las galerías y las criptas; y en la actualidad son los "alternativos" que se meten por los múltiples accesos a las catacumbas desde las alcantarillas que dan trabajo a los cataflics o policías de las catacumbas que alguna vez se han encontrado con uno de estos exploradores perdido y muerto por los más de 300 kilómetros de galerías.

Unos siete minutos de caminata por galerías oscuras, sinuosas y muy húmedas dan lugar a la puerta del osario donde más de 6 millones de parisinos reposan para siempre en muros hechos con fémures, tibias y peronés coronados por calaveras. Me asombró la cantidad de espacios amplios donde se acomodan criptas, altares y grandes cruces de piedra para honrar a los muertos, dejando de lado así la imagen de almacén de huesos para parecerse más a un monumento funerario. Cuatro kilómetros después hay que escalar una sinuosa escalera de caracol te topas con la luz y un tío que te pide que abras la mochila, y con razón, ya que durante la primera hora de visita del día ya habían intentado chorizar dos huesos y una calavera.

Una vez superada la visita a las catacumbas, ansiada hasta la extenuación por elAbogado, nos pudimos dedicar a pasear por los pasajes cubiertos, otra de las visitas fetiche del susodicho... Y aunque ya habíamos visto algunos le gustaron tanto que hasta aprendió a buscar por la red y enterarse de que hay muchísimos por la ciudad.