lunes, 29 de noviembre de 2010

ES UNA METAFORAAAAA

Me encanta el cine y quizá sea por eso que necesito unas condiciones específicas para poder disfrutarlo. Bueno, al principio eran unas condiciones específicas, ahora son unas pedazo de manías de “mírame y no me toques”: que no haya mucha gente en la sala (diez personas empiezan a ser muchas), que nadie haga el más mínimo ruido (tragar saliva ya es molesto), es imperativo no hablar ni tan siquiera en los anuncios, que la película sea en versión original para no reconocer a todos los actores de doblaje...
Así que con el listón tan alto os podréis imaginar que voy poco al cine, exclusivamente en sesión matinal o entre semana por la tarde y cuando la película ya hace un tiempo que se ha estrenado.

Los festivales son el único evento en que rebajo un poco mis manías y claudico ante la situación. Bueno, y en la Filmoteca también y en los estrenos de Harry Potter, que voy a lo kamikaze la noche del estreno y en versión doblada (Vade Retro, Satanás). Como soy tan poco agradecida para ir en compañía al cine, sólo me acompaña elAbogado y de tanto en tanto algún amigo cinéfilo chalado como yo que sea habitual de la cinematografía vietnamito-camboyana o similares.

Entre mis géneros favoritos está el de terror: el Festival de Sitges es un habitual en mi calendario, pero también lo es el Festival de las Cotxeres de Sants, otro nivel entre los festivales cinéfilos. Y digo otro nivel porque si no habéis ido nunca no sabéis lo que es un festival de terror de los auténticos.
La primera vez que fui, hará ya unos cinco o seis años, acompañé a un amigo al que habían dejado colgado y que me dio mucha lástima (para qué nos vamos a engañar) y con la excusa del binomio festival + terror, me ganó. Cuál fue mi sorpresa, al leer el programa de la sala vídeo, que lo que íbamos a visionar era cine del malo, pero del muy malo. Toda una maratón de películas de terror de serie z, horrorosas.
No me podía creer que aquello se fuera a llenar, pero se llenó. Después llego la segunda sorpresa cuando justo antes de empezar la película, la gente comenzó a proferir insultos y demás galanterías a grito pelado al pobre chaval que ponía las cintas. Pero la cosa no se quedó ahí, fue imposible escuchar ni un sólo diálogo del largometraje porque el público no paraba de gritar a la película en general. Ahí fue cuando me dí cuenta de que el Festival de Terror de Les Cotxeres de Sants no va de ir a ver pelis sino de ir a gritar el mejor improperio a las pelis que te ponen.


La primera media hora flipé, pero en el minuto 31 ya estaba chillando con toda la manada. No sé si serán las películas o el ambiente pero no te puedes resistir. Y ya me podéis imaginar chillando frases de lo peor al que había hecho la peli, al que la había pensado y al que había puesto la pasta, a los horrorosos actores, a los personajes y a todo el que pasara por ahí.
Entre los gritos más clásicos están: “¡No lo entiendoooo!” a lo que un segundo te responde “Es una metáforaaaaa!”; o en cuanto sale una mujer todo el mundo grita “!Fóllatelaaaaa!” (sin ningún sentido, es automático); cuando un niño presencia algo horrible la consigna a vociferar es “!Traaaumaaaa, traaaaaumaaaaa!”; y así hasta el fin.
Cada película genera sus propios gritos, por ejemplo uno de los mejores lo escuché en la peli sorpresa de este año Commando (no hase falta que tú dises nada más) que se profirió a Schwarzzeneger advirtiéndole sobre el villano de la historia, con un asombroso parecido a Freddy Mercury: “!Cuidado, que tiene el SIDA!

En las convocatorias siguientes no encontré a nadie que quisiera acompañarme (es lo malo de ser la más friki de un grupo de amigos), pero este año me acompañó el Gran Bravecoast que también flipó y luego se desmadró, como pasa con todos los novatillos. Y tan bien lo pasamos, que sembramos la semilla de la envidia entre algunos biblio-compañeros (uno de los gremios más frikis, sino el que más). Os recomiendo que leáis su crónica sobre el maratón (aunque os haya parecido un acto deleznable al que no asistiríais nunca) porque es genial y que os paséis por el blog del festival.

Y para muestra de la genialidad que impregna todo lo que rodea a este festival, un vídeo-promo absolutamente maravilloso y que explica toda la esencia de las Cotxeras.


jueves, 18 de noviembre de 2010

2 ranas y 1 gato se mudan de charca

Era consciente que hacía mucho, mucho tiempo que no aparecía por aquí. Iba leyendo otros blogs, pero actualizar el mío ha sido misión imposible. Los quehaceres cotidianos han podido conmigo: intentar finalizar el trabajo final del máster (cada día lo veo más cerca, pero aún falta), estudiar para las oposiciones, las clases de patchwork y los consiguientes deberes también me están ocupando muchas horas (las aventuras patchworkeras, aquí), en el trabajo tenemos un ajetreo nunca visto antes de la crisis y encima ahora tengo que sobrevivir a mi sexta mudanza.

Esto último es lo que más me está trayendo de cabeza y eso que ni tan siquiera hemos empezado, pero elAbogado pronunció ayer la temida frase: "Quizá podrías aprovechar y hacer limpieza deshaciéndote de algunos libros". ¡Horror! Cómo podría deshacerme de algunos libros si cuando me trasladé al piso actual, con lo pequeñito que es, ya tuve que dejar cajas en casa de mis padres..., pero es que nosotros no nos mudamos por convicción sino por oportunidad.

Me explico: el piso en el que vivimos ahora, fue primero mi piso. Un estudio pequeñito, gélido en invierno y sofocante en verano, donde ni tan siquiera cabe una nevera de más de 90 centímetros de alto, que tienes que decorarlo teniendo en cuenta los metros cúbicos de lo pequeño que es, en un edificio a lo terraza de Melrose Place, que se convirtió en un hogar dulce hogar en el que sólo comía pistachos porque pasaba una mala época personal, luego ya fue nuestro piso, con gato, peces y hámster, después conocimos a una de las vecinas que se ha convertido en una madre para nosotros...
Y el piso ha pasado a habitar nuestro corazón, por tanto nunca nos mudaríamos de no habernos tocado un piso protegido igual de pequeño, muchísimo más (pero mucho más) lejos de nuestros trabajos, amigos y barrio, pero con un alquiler de risa.

Así que nos vamos porque toca, aun doliéndonos mucho el corazón. ¿Qué tendrán los lugares que habitamos que te acabas encariñando tanto? ¿Será que los humanizamos con las experiencias que vives en ellos?

La cuestión es que debemos irnos igual que las 999 hermanas ranas de Ken Kimura. Qué bien traído está el ejemplo, aunque las hermanas ranas deban abandonar su charca porque ya no caben en ella y emprenden un arriesgado viaje a través del territorio donde multitud de amenazas ponen en peligro su supervivencia.
Espero que mi mudanza no sea tan animada...

La historia de Ken Kimura es sencilla y simpática, está muy bien hilvanada y conjugada con las ilustraciones de Yasunari Murakami el libro gana por las diferentes lecturas que puede hacer el lector. Mi parte favorita del libro son las dos primeras ilustraciones que permiten sin tener que descodificar el texto, hacernos una idea de por qué las 999 hermanas ranas se tienen que mudar de charca. ¡Genial! Cuantas más lecturas, más gana el libro.

Nosotros aún estamos haciéndonos a la idea. Lo máximo que hemos es hecho es empezar a recolectar cajas de cartón y jugar un poquito con el planificador de espacios de IKEA, y lo que nos queda... Aunque me provoque mucha tristeza dejar mi piso, también me hace ilusión empezar otra etapa, como empezar una nueva lectura, pensar cómo decorarlo, qué plantas podrán encajar en el balcón, acordarme de no meter los dedos en el triturador de basuras, no olvidar el código de entrada y entrenar el mejor y más rápido trayecto hasta el trabajo.

Como dejar un libro ya leído, pero que te ha llenado el alma, y empezar uno nuevo...

KIMURA, Ken ; MARUKAMI, Yasunari. 999 hermanas ranas se mudan de charca. Barbara Fiore, 2010.