martes, 31 de mayo de 2011

Indignados


Hace una semana me pasé por la Plaça de Catalunya y anduve por allí un buen rato, he leído en diferentes medios sobre el tema, he hablado con personas que estaban a favor, en contra, de las que están de vuelta de todo, pero aún no he sacado el agua clara. No sé muy bien qué pensar.
En general soy más de las acciones directas para resolver o cambiar pequeñas situaciones, cambiar el sistema lo veo un poco utópico... quizá sea mi pesimismo innato o mi cinismo adquirido los que me llevan a pensar que será nuestra plaza, pero los poderosos seguirán controlándonos desde las alturas, como en la última foto hice...

miércoles, 18 de mayo de 2011

Tesoro escondido

En la biblioteca a menudo me encuentro objetos que se han quedado olvidados. Algunos son pequeños tesoros y otros son un enigma para los bibliotecarios por la singularidad que radica en el hecho de perder un determinado objeto. Por ejemplo, perder un cochechito de bebé se me hace raro. ¿No notó su legítimo dueño que salía con el bebé en brazos en lugar de transportarlo cómodamente en el carrito? Igualmente a perder una muleta o un zapato. Son de aquellas cosas que se hacen notar.

En estos casos, procedemos como cualquier otra administración pública: seguimos el protocolo de objetos perdidos. Primero los alojamos en un armario y quedan anotados en nuestro excel y pasado un tiempo los depositamos en la oficina del ayuntamiento encargada de estos menesteres (¡cómo me gustaría pasar dos días en dicha oficina!). Pero hay algunas cosas que por su singularidad podemos identificar al propietario y intentar ponernos en contacto con él para que recupere su bien. Y no hace tanto recuperé un objeto muy singular...

Me encontraba ordenando la sección de pequeños lectores (0-3 años) del área infantil, cuando detecté un librito pequeño sin tejuelo ni código de barras. Todas las biblio alarmas se encendieron y cuando ya pensaba que tenía una nueva adquisición para la biblioteca me di cuenta que no era un libro sino un cuaderno. Lo abrí y ojeé su contenido. Y en el contenido residía la singularidad que me permitió identificar a su propietaria, una ilustradora que hacía unas pocas semanas había pasado por la biblioteca.


Es bonito, ¿verdad? Si os fijáis en las ilustraciones, ¿sabríais identificar a la ilustradora?

Si no podéis, más abajo os revelo su identidad...

Aún no sé cómo resistí a la tentación de quedarme el cuaderno con esbozos para futuras ilustraciones, retratos de escenas cotidianas y demás joyitas, pero sólo con pensar que pierdo alguno de mis cuadernos con anécdotas y tonterías, me dí cuenta que no podía quedármelo. Así que contacté con la ilustradora y su cuaderno ya está viajando por el espacio postal. Espero que le llegue pronto y que mi biblio karma me recompense con el descubrimiento de otro tesoro que esta vez pueda atesorar...

martes, 10 de mayo de 2011

Cierro paréntesis

Sin darme cuenta han pasado casi cuatro meses desde la última vez que publiqué en el blog. Aún me sorprende cómo cambian las costumbres de uno cuando alteras un pequeño elemento de tu rutina. En mi caso, la mudanza ha sido definitiva para que se produjera este parón no previsto. En ese aspecto sí soy muy cuadriculada, me acostumbro a llevar a cabo las cosas en un orden establecido y me cuesta muchísimo alterarlo. Y en cuanto dejo de hacer algo, lo demás cae en barrena.

Por lo pronto nuestro nuevo piso ya tiene nombre: la Fortaleza de Hielo, adaptación de la mítica guarida de Superman, la Fortaleza de la Soledad. La referencia te viene a la cabeza rápidamente con sólo contemplar el edificio donde vivimos, de clara inspiración arquitectónica kriptoniana (para recibir la referencia también hay que haber leído unos cuantos cómics...). Algunos podréis pensar que soy muy friki por decir estas cosas, pero después de soltarlo en una comida con la familia del Abogado, ya me da igual. Pero es que el edificio es kriptoniano al 100%, con esa utilización de vigas llenas de aristas para la fachada que parecen estalactitas. Para no ahondar más en el tema kriptoniano sólo voy a dar testimonio gráfico y seguro que me daréis la razón...

El cambio de domicilio ha sido largo y penoso, aunque la mudanza sólo duró unos cinco días completos, hemos tardado estos cuatro meses en pensar, comprar, montar todos los muebles; abrir las cajas, pensar dónde colocar ahora los libros, los cacharros de cocina, la ropa, las cosas del baño...; qué lámparas, mesa y sillas para el comedor... y un sinfín de cosas más. Eso por lo que se refiere al interior del piso. Adaptarse al exterior también nos ha llevado su tiempecito: localizar la pescadería, frutería, carnicería, supermercado que nos guste más, probar varias rutas para llegar lo más rápido posible al trabajo; pasear por el barrio buscando sitios curiosos, con "sabor", con historia; ¿tendremos librería? de momento no hemos visto ninguna pero sí una tienda de cómics (¡bien!)...

Hoy hemos abierto la última caja (¡por fin!) y en las próximas semanas empezará el baile de invitaciones para inaugurar el piso como debe ser, con la familia y los amigos. Ya estoy pensando los menús y cómo distribuiré a la gente en tan poco espacio y como el nivel de estrés iba en aumento, el balcón y su decoración floral es ahora mi gran reto...